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Ìîâíà ñïåöèô³êà ë³òåðàòóðíèõ òâîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó ñêà÷àòü ðåôåðàòû

p align="left">DAMA1: ¡Qué bien se viste y se toca!(Lope de Vega).

El adverbio “mal” se usa en el contexto parecido: Mal hiciste, amigo Carrizales, al ocultarlo. ¡Mal año para piñones mondados que más blancos ni más lindos sean!

También “bien” y “mal” aparecen antipuestos a los participios: bien vestido, mal educado, bien dicho, mal tratado.

Además, la palabra “bien” figura en significado de “muy” o “completamente”: Bien seguro estoy, padres y señores míos, que no será menester traeros testigos para que me creáis(Cervantes).

Muy a menudo para evaluar un hecho o una persona se usan también los adjetivos “bueno” y “malo”: buenas gentes, buenos mancebos, muchachos de buena gracia, buen consejo, buenas intenciones, dueña mala, tierra mala.

Él es tan bueno que no reparará en juramentos. ¡Buena comedia! Del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número. Ningún camino hay malo como se acabe, si no es el que va a la horca. Los escribanos han de ser libres y no esclavos, no bastardos ni de ninguna mala raza nacidos. Son de buena vida y fama temerosos de Dios y de sus conciencias;

- ¿Tan malo es ser poeta? - replicó Preciosa.

- No es malo - dijo el paje - pero el ser poeta a solas no tengo por muy bueno(Cervantes).

A menudo el adjetivo “bueno”, situándose en anteposición del sustantivo de género masculino, se encuentra también en su forma reducida “buen”:

MARTÍN: (Aparte a JUAN.) ¡Buen mozo!

JUAN: (Aparte a MARTÍN.) ¡Buen talle! (Lope de Vega)

Cuando una declaración presupone la confrontación evaluativa muy frecuentamente se realiza a través del uso del comparativo “mejor” y su oposición axiológica “peor”. “Mejor” tiene matiz didáctico positivo, y “peor” conformemente lo tiene negativo. Compárense: Es la mejor posada en toda Valencia. Aun si quisieras no encontrarías nada peor.

Observamos que el comparativo “mejor” se emplea para evaluar tanto los hechos como los objetos: Yo le respondí que mejor fuera haberla dado de manera que les quitara de aquel trabajo, pues con esto le tuvieran a él por juez recto y acertado. Preguntóle uno cuál era la mejor tierra. No pregunto eso sino que cuál es mejor lugar: Valladolid o Madrid. Mejor fuera que se la hubiera comido, si acaso es celosa.

Cuando se trata de confrontación evaluativa la oración puede desplegarse según el modelo: “por... estimamos...”: Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros viejos de Flandes, los que de la Naturaleza en estos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran.

Además de “bueno” y “malo” lo subjetivo puede ser expresado también por otros adjetivos. Desde punto de vista de la estilística la mayoría de estos son epítetos. Los epítetos sobran en todas las obras analizadas tanto prosaicas como poéticas: aceda respuesta, fines y famosos campos, día caluroso, maravillosa abundancia, magnífica grandeza, verdaderos amigos, cachas amarillas, amargas y piadosas lágrimas, discretas razones, infinitos besos, gran pecado, agradable condición, arriero enojado, naipes falsos, estancia oscura, luz escasa, sustos demasiados, buen consejo, las esperanzas más secas, rostro descolorido, rica joya, honestidad hermosa, dulce nombre, fuego vivo, afeitado rostro, señales claras, casa llana, brazos abiertos, grande regocijo, inllevable trabajo, papeles mugrientos y medio rotos, valle pequeño,verdaderas maravillas, viuda rica, espiritillo fantástico, oficio muy peligroso, dulces días, armas invencibles, gitano caritativo, camisa ancha, cielo abierto, podereosa fuerza, susto mortal, amores agudos, noche fría, luces bellos, costales pequeños, limpios o nuevos.

Los epítetos pueden anteponer al sustantivo (abatido oficio, divino ingenio, libre y ancha vida, gran poeta, adolorido estudiante, tierno amante, largo camino, rústico y disforme bárbaro, buenos mancebos, profunda y larga reverencia, provechoso documento, famosas aceitunas, virtuosa compañía, buena plática, marítima casa,grandes pecados, notable habilidad, rubios cabellos, espléndida comida, breve discurso, fresco río, apacibles calles, diversas tierras, largas peregrinaciones, negro viejo, liberal yerno, sagaz perturbador, ligero sueño, pesado sueño, solemne juramento, amarga vista, maldita dueña, dulce enemiga, sosegada voz, pestífera dueña, grandes gritos, atrevidos pretendientes, noble cabeza, rigurosa sentencio) y postponerlo (hombres muy honrados, voz sútil y quebradija, muchacho hábil, imagen devota, ojos hundidos, zapatos anchos, espada corta, las manos cortas, los dedos gordos, las uñas hembras y remachadas, los pies descomunales, hábito honroso, mancebo flaco, criada fiel, hombre desalmado, obra digna, buenas gentes, famosas aceitunas, un religioso muy gordo, caballero calificado y generoso, oficio libre, agua bendita, hombre digno, oficial famoso, hombre atrevido, presencia agradable, voz hueca y espantosa, labrador pobre, cosas gustosas, cántaro desbocado, sala baja, arca grande, amos corteses y liberales, hombres discretos, amigo triste, hombre tierno, viento blando y próspero, pasajero pensativo, fuego lento, padres nobles, esclavas blancas, condición llana by agradable, gente baldía, atildada y meliflua, sones alegres y regocijados, silencio extraño, determinación honrosa, cristianos viejos, caballero mentiroso.

Para dar un ejemplo citaremos la descripción de Roma hecha por Quevedo: despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, rotos arcos y derribadas termas, magníficos pórticos y anfiteatros grandes, famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos mártires que en ellas tuvieron sepultura.

Cabe mencionar que no sólo adjetivos pueden usarse como epítetos sino también sustantivos y participios: muchachos de buena gracia, pero descosidos, rotos y maltratados; pie de nieve y de marfil, llenos de color labios.

Gran número de epítetos encontramos usados en descripciones de la belleza de la mujer: blanca paloma, preciosa perla, dulce regalo mío, corona del donaire, honor del brío, bella gitana, frescor de la mañana, céfiro blando en el ardiente estío; rayo con que Amor ciego convierte el pecho más de nieve a fuego; fuerza que así lo hace, que blandamente mata y satisface.

Podemos ver que en las obras del Siglo de Oro las mujeres se idealizan: tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jasmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y alalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza.

De la protagonista de la novela de Cervantes “Gitanilla” Preciosa se dice que es la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama... Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos. La llaman “niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbúnculos, y niña del cielo”. De Constanza, otra heroína cervantina se cuenta que es dura como un mármol, y zahareña como villana de Sayago, y áspera como una ortiga; pero tiene una cara de pascua y un rostro de buen año: en una mejilla tiene el sol, y en la otra la luna; la una es hecha de rosas, y la otra, de claveles, y en entrambas hay azucenas y jazmines.

En la pieza de Lope de Vega “¡Ay, Verdades que en el amor...!” Juan describe a Celia como la bizarra mujer, la ninfa de Madrid, la dulce señora “de ojos bellos que en ellos copió su misma hermosura”, que tiene “dientes como perlas y labios como corales”. De ella dice: “Es mi señora muy linda para que tú la desprecies; muy rica para buscarte, muy noble para quererte”.

Como se conoce los adjetivos en español tienen grados de comparación: el grado comparativo y el grado superlativo. Los adjetivos usados en los grados de comparación siempre dan a los juicios un matiz subjetivo. De ejemplo del uso de los adjetivos en grado comparativo podemos citar tales oraciones: No hay gente más dañosa a la república que ellos. Acordó de buscar otros modos a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus ordenes. Llegó a Amberes, ciudad más maravillosa que las que había visto en Italia. Con esta dádiva quedaron más blandos que unas martas. Yo abrazado de la mujer más tibia que ha tenido amor entre los hielos del olvido.

El grado superlativo de adjetivos se expresa a través de adición de “el más” o “la más” o de sufijos -ísimo, -ísima. Por ejemplo: Mozos sois vosotros de la más ruin canalla que sustenta la tierra. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo... Era el más celoso hombre del mundo. Y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquella era la más propia y más segura cama que podían tener hombres de vidrio. Era el hombre más cuerdo del mundo. Vio el árbol preciosísimo. Obra digna del altísimo y profundísimo ingenio. Selo puso en las manos de la devotísima vieja. Daremos luego noticia a esta felicísima y abogada confraternidad. Todas eran damas riquísimas en extremo. Arrimóse un día con grandísimo tiento....todo lo cual era de grandísima satisfacción para el celoso marido. Os hago de saber que tengo grandísima gracia de enseñar. Quedó contentísimo el negro. Son tales que no hacen otro mal ni daño si no es provocarle a sueño pesadísimo. Si me dan cuatro cuartos, les contaré un romance lindísimo en extremo... Se fue contentísimo; hasta los gitanos le quedaron aficionadísimos... Puesto que hermosísima era la doncella.... cosas que ellos tuvieron por merced señaladísima... La vieja sacó tres hogazas blanquísimas de Gandul. Llegaron a la hermosa y bellisima ciudad de Génova. Pesar grandísimo. Respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio. Dejó fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.

“más”, además de los casos mencionados más arriba, se usa también conservando su valor evaluativo con otras partes de la oración (sustantivos, verbos): Él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos. Más vinos nombró el huesped, y más le dio que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco. Callaremos más que si fuésemos mudas. Era la que con más ahínco mostraba desear su entrada. Carrizales duerme más que un muerto. Había dado al mundo más de lo que debía. A todos les respondió con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne.

Muy frecuentemente los nombres adjetivos van acompañados por los intensificador “tan”: Otro día volvería con su manada a dar contento a aquellos tan liberales señores. No somos tan ignorantes. Nunca inventaron mejor genero de música, tan fácil de aprender, tan mañera de tocar, tan sin trastes, clavijas ni cuerdas, y tan sin necesidad de templarse. La cara la tenía tan pequeña, que era imposible de toda imposibilidad caber en ella cuchillada de catorce puntos. Le sobresaltaba un tan gran miedo, que así se le desperetaba y deshacía como hace a la niebla el viento. Vivía en ella la gente tan perniciosa y tan bcontraria a la misma Naturaleza. Fue el viaje tan próspero, que sin recibir algún revés ni contraste llegaron al puerto de Cartagena. Propuso en sí de aconsejar a su compañero no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta. Le vieron en tan diferente hábito... Viéndose tan falto de dineros se acogió al remedio a que otros muchos perdidos se acogen. Hasta ahora no he sido tan necio ni tan venturoso. No he sido tan necio que diese un poeta malo, ni tan venturoso que haya merecido serlo bueno. Del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número. Era tan de mañana, que apenas tuviese la luz lugar de verlas. No se vio monasterio tan cerrado, ni monjas más recogidas, ni manzanas de oro tan guardadas. Se puso unos vestidos tan rotos y remendados que ningún pobre en toda la ciudad los traía tan astrosos. En menos de quince días os sacaría tan diestro en la guitarra que pusiésemos tañer sin vergüenza alguna en cualquier esquina. Con el romance dejó al negro tan contento y satisfecho, que ya no veía la hora de abrir la puerta. Cuando le vio con sus dos muletras, y tan andrajoso, y tan fajada su pierna, quedó admirado. Bebió con tan buen talante de la bota, que les dejó más fuera de sentido que la música. Hablóles también Loaysa, ofreciéndoles a su servicio con tan buenas razones, que ellas echaron de ver que no salían de ingenio de pobre mendigante. Tomó Loaysa la guitarra y cantó aquella noche tan extremadamente, que las acabó de dejar suspensas y atónitas a todas. Hombre soy yo por vida de mi padre, tan sencillo, tan manso y de tan buena condición, y tan obediente, que no haré más de aquello que se me mandare. Luego comenzó a dar el viejo tan grandes ronquidos, que se pudieran oír en la calle. Él es tan bueno que no reparará en juramentos. Aseguróle con otras cosas semejantes que el demonio le puso en la lengua, llenas de colores retóricos, tan demostrativos y eficaces que movieran no sólo el corazón tierno y poco advertido de la simple e incauta Leonora, sino el de un endurecido mármol. Preguntóle qué era lo que era lo que sentía, con tan tiernas y amorosas palabras como si fuera la cosa del mundo que más amaba. Venían sudando con la gota tan gorda, que era una compasión verlos entrar ijadeando y corriendo agua de sus rostros. Y hay de ellos tan comedidos, especialmente estos dos que de aquí se van ahora.

¡Por Dios, tan linda es la gitanilla, que, hecha de plata o de alzorca, no podría ser mejor!, Habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez..., Tomo licencia para responder a este tan enamorado señor. El novicio dijo que se holgaba mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesión en aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos. Son tan diligentes y presurosos, que, a trueco e no perder la jornada, perderán el alma. Vuestra merced tiene un saludable oficio si no fuese tan enemigo de sus candiles. Se contenía tan extraordinaria locura como era de pensar que fuese de vidriose encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza. No soy tan frágil que me deje ir con la corrinte del vulgo.Vio a su tierno amante tan lindo y tan despejado ladrón. ¡Soy tan necia! Se enamoró de Andrés tan fuertemente que propuso de decírselo y tomarle por marido si él quisiese... de que quedó tan espantado Andrés y tan absorto, que no pareció sino estatua, sin voz, de piedra dura.... quedar viuda de tan gran ladrón como vos. No soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden. Tan mal sabéis mentir.Es tan santa y buena..., ...de tan corto ingenio que no alcance hasta dónde se extienden las fuerzas de la heremosura... Le preguntó como se llamaba y adónde iba, y cómo caminaba tan tarde y tan fuera de camino. Hermosas tiene Madrid que pueden y saben robar los corazones y rendir las almas tan bien y mejor que las más hermosasa gitanas. Cortado y Rincón se dieron tan buena maña en servir a los caminantes, que lo más de camino los llevaban a las ancas. Este tan grande embelesamiento dio lugar a Cortado. Conciencia tan escrupulosa más es de religioso que de soldado....para no perder la ocasión tan buena de viaje... Se hizo tan famoso en la Universidad por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo género de gentes era estimado y querido.Detrás de él venía uno que estaba en tan buena opinión como el primero. Daba tan claras señales de su locura...le dio tan larga y profunda herida... Tenía tan feliz memoria que era cosa de espanto. Preguntéle que por qué había dado aquella tan cruel sentencia y hecho tan manifiesta injusticia.Tan pesada carga es la riqueza al que no está usado a tenerla ni sabe usar de ella. Vio a una ventana puesta una doncella, al parecer de edad de trece o catorce años, de tan agradable rostro y tan hermosa, que, sin ser poderoso para defenderse, el buen viejo Carrizales rindió la flaqueza de sus muchos años... Llegó a Sevilla tan lleno de años como de riquezas.

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