ñêà÷àòü ðåôåðàòû

ñêà÷àòü ðåôåðàòû

 
 
ñêà÷àòü ðåôåðàòû ñêà÷àòü ðåôåðàòû

Ìåíþ

Ìîâíà ñïåöèô³êà ë³òåðàòóðíèõ òâîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó ñêà÷àòü ðåôåðàòû

p align="left">Nicolai Hartmann sigue una línea paralela a la de Scheler. Pero considera únicamente la persona individual, rechazando el concepto de persona colectiva o divina: hay que sacrificar la relación a la ética, ya que la dignidad de la persona humana consiste en transformar el deberser (axiológico) y deberobrar (ontológico). Los valores morales constituyen un reino axiológico independiente: la persona humana es mediadora entre el orden de los valores y el de la realidad. Los valores son como afirma también Scheler esencias irracionales, estando la norma y el deber fundados en el ser independiente de los valores. No hay una prioridad del deber respecto de los valores, sino que el valor precede al deber y lo condiciona. Los valores poseen el carácter de esencias originales, independientes de la representación y del deseo. Son objetos ideales, aprehensibles en una visión intuitiva a priori, independiente de toda experiencia. Hartmann se vincula así a la teoría platónica de las ideas: «En cuanto a su modo de ser, los valores son ideas platónicas. Forman parte de ese otro reino del ser, descubierto por Platón, aprehensibles por intuición espiritual, aunque no visibles con los ojos ni palpables con las manos»(Ethik, Berlín 1926, 108).

2.4. Determinación sistemática del valor

Definir el valor resumiendo o sintetizando de algún modo las ideas expuestas por los autores mencionados es tarea ardua. Ensayémosla en cortas proposiciones:

1)Peculiaridad del valor. Valer y ser no se identifican en el proceso de la percepción humana. Percibimos muchas cosas que son, pero no por ello juzgamos que valen, más aún, nos dejan indiferentes. El valor es aquello que saca al sujeto de su indiferencia frente al objeto; por eso, el valor se funda en la preferibilidad. El valor es noindiferencia. Cuando decimos que algo vale, no afirmamos directamente algo sobre su ser, pues sólo nos referimos a su noindiferencia. La noindiferencia es la esencia del valor. La cosa que vale no es más o menos que la cosa que no vale. Tener valor no significa directamente tener más o menos realidad, sino no ser indiferente. Es precisamente esta característica del valor lo que va a plantear el problema central de la a., y lo que va a permitir que se escinda según los presupuestos metafísicos de los diversos autores, dando lugar a una a. subjetivista, si lo reduce todo al sujeto; a una a. idealista, si no funda el valor en la idea; a una a. realista, que ponga de manifiesto que la a. no puede estar cerrada en sí misma, sino abierta a la ontología, ya que el valor se funda en el ser. En los puntos que siguen procederemos de una manera más bien descriptiva, y siguiendo sobre todo a Scheler y a Hartmann, aunque corrigiendo algunas de sus expresiones, y dejando para luego el planteamiento del tema ontológico.

2) El valor es captado sentimentalmente. No se percibe el valor (la bondad, la amistad, la generosidad, la belleza...) por la vía de un silogismo deductivo, sino de una manera inmediata en la que la capacidad de sentir de la persona se ve afectada. Hay un «orden del corazón» (Pascal) paralelo al «orden de la razón». No obstante el percibir sentimental de un valor está dado este mismo valor con distinción de su sentir y, por consiguiente, la desaparición del percibir sentimental no suprime el valor. Aunque no captados por deducción, no por eso los valores forman un orden caprichoso y caótico. El percibir sentimental no está unido exteriormente al objeto, ni aun de modo mediato a través de una representación o a través de un signo, como si el objeto fuera signo de algo más profundo. Captamos inmediatamente los valores por medio de las vivencias emocionales (preferir y postergar). N. Hartmann extrema en el distinguir la esfera lógica y la esfera emotiva; esta última es llamada por Ortega y Gasset estimativa.

3) EI valor es objetivo. Ya vimos cómo Scheler rechaza las doctrinas axiológicas subjetivistas. El fundamento del valor no es el agrado o desagrado que desencadena. El mismo hecho de que podamos discutir sobre los valores, supone que en la base de la discusión estamos profundamente convencidos de que son objetivos. Los valores se descubren, como se descubren también las verdades científicas. Hartmann es contundente a este respectó: los actos emotivos tropiezan con algo que nos insta irresistiblemente. No es que lo deseable tenga valor, sino que es deseable lo valioso. Y ya decía Scheler que la desaparición del percibir sentimental no suprime el ser del valor. Cuando se descubre un valor no es que antes no hubiera valor y ahora lo hay, sino que antes todavía no era intuido y ahora lo es.

4) Los valores son esencias o eidos. Quiere esto decir que los valores son independientes de las experiencias en que están inmersos. Esta esencia puede ser realizada por medio de la existencia, pero su modo específico de consistencia no se modifica por el modificarse de sus realizaciones existenciales (N. Hartmann).

Los valores son esencias «eternas e inmensas», por abarcar el espacio y el tiempo. No es que los valores sean errantes fantasmas, pues más bien son espacial y temporalmente omnipresentes: no valen aquí o allí, antes o después; simplemente valen. Además san esencias «absolutas e inmutables»: la traición de mi amigo no altera el valor de la amistad; los valores no cambian. Son absolutos: no están condicionados por ningún hecho de naturaleza histórica, social, biológica o individual. Lo que vale una vez, vale siempre y de un modo uniforme: no valdrá más para unos que para otros.

5) El valor no es una relación, sino una cualidad. Es preciso distinguir entre el valor en sí y el valor para nosotros. Si hubiera valor sólo para algunos, entonces estarían constitutivamente en relación con el tiempo y con el espacio, cosa que ya hemos excluido. Antes de Newton ya existía la ley de la gravitación. Del mismo modo, sólo hay una relatividad en el modo de conocer los valores, pero jamás en el mismo valor como tal. Percibir un valor no es crearlo, sino descubrirlo. Los valores poseen independencia objetiva e independencia subjetiva. La belleza es independiente del cuadro, de la estatua o de los colores: el cuadro o la estatua poseen el valor de lo bello, que los trasciende y los antecede. Los valores son extraños a la cantidad: no se puede decir que un cuadro es tantas veces bello, ni se puede contar o dividir la belleza en unidades. Los valores son también subjetivamente independientes; aunque nunca se hubiera juzgado que el asesinato era malo, hubiera continuado siendo malo.

6) El valor no tiene sustantividad propia. Los valores radican en los seres y el hombre no percibe el valor sino en los seres concretos, haciendo referencia al ser y expresándose como un predicado del ser. Aquí volvemos a encontrar en toda su pujanza la distinción entre una a. realista y una idealista: la primera reconocerá ese hecho con toda su fuerza; la segunda no acaba de asumirlo del todo y empleará expresiones como «los valores están adheridos a los seres», «depositados en ellos», etcétera.

7) Polaridad de los valores. El valor consiste en la noindiferencia, es decir, en su capacidad de sacarnos de la indiferencia. Esto supone un punto inicial de indiferencia y algo noindiferente que se aleja de ese punto. Hay dos modos de alejarse de ese punto de indiferencia: uno positivo y otro negativo. Por eso, el valor tiene polaridad: un polo positivo y un polo negativo. La provocación de la noindiferencia puede suceder por atracción o por aversión. Todo valor tiene su contravalor, a lo bueno se contrapone lo malo; a la belleza se contrapone la fealdad, etc.

8) Jerarquía de los valores. Hay una multitud de valores como modos de noindiferencia. El valor debe tener constitutivamente noindiferencia. También los valores en sus relaciones mutuas poseen esa noindiferencia. Esta noindiferencia respectiva es el fundamento de su jerarquía. Según Scheler, los valores mantienen una relación jerárquica a priori, pues la jerarquía cuyo fundamento es la correlación de los valores en orden a la noindiferencia reside en la esencia misma de los valores. Scheler da cinco criterios para determinar la jerarquía axiológica: l° Extensión: los valores más inferiores son esencialmente fugaces, mientras que los superiores son eternos; las grandes obras literarias persisten a través del tiempo. 2° Divisibilidad: un valor tiene mayor rango cuando menos divisible es; un trozo de pan vale el doble que la mitad de ese trozo; pero la mitad del cuadro Las Meninas no corresponde a la mitad de su valor total. 3° Fundamentación: cuando un valor fundamenta a otro es más alto que éste. Lo agradable se funda en lo vital; y todos los valores se fundamentan en los religiosos. 40 Profundidad de satisfacción: Satisfacción no es placer, sino vivencia del cumplimiento de una intención hacia un valor cuando aparece éste. Profundidad no es grado de satisfacción; la satisfacción es tanto más profunda cuanto menos ligada está al percibir sentimental de otro valor. 5° Relatividad: no se trata de un subjetivismo; el valor de lo agradable es relativo a un ser dotado de sentimiento sensible; los valores absolutos son aquellos que no dicen relación a la sensibilidad o á la vida.

9) Clasificación de los valores. Uno de los esfuerzos más gratos a la a. consistió en encontrar una escala de valores con que indicar su mutua correlación, según el modo que tienen de sacarnos de la indiferencia. El valor supremo es aquel que dista más que ningún otro del punto inicial de indiferencia. Ortega y Gasset, inspirándose en las investigaciones de Scheler y Hartmann, propone una escala de valores, según jerarquía y polaridad, que transcribimos: Útiles (carobarato; ordinarioextraordinario), Vitales (noblevulgar; sanoenfermo; fuertedébil; vidamuerte), Intelectuales (conocimientoerror; evidenteprobable), Morales (buenomalo; justoinjusto), Estéticos (bellofeo; sublimeridículo) y Religiosos (sagradoprofano; divinodemoníaco). A la vista de esta escala podemos apreciar que se nos impone renunciar a un valor de belleza o de salud antes que hollar un valor religioso. Finalmente, y por lo que respecta al carácter positivo o negativo del valor, añadiremos que el valor positivo es aquel que debe mover al sujeto por su atracción; el valor negativo debe mover al sujeto por su repulsión. Lotze y Brentano formulan la siguiente tesis al respecto: La existencia del valor positivo es un valor positivo; la existencia del valor negativo es un valor negativo; la noexistencia del valor negativo es un valor positivo; la noexistencia del valor positivo es un valor negativo.

2.5. Entrada de la Axiología en el ámbito de la Ontología

En Francia, L. Lavelle y R. Le Senne consideran la A. como una profundización de la Ontología misma. En España, J. Zaragüeta se ha pronunciado también en este mismo sentido. En Alemania, J. von Rintelen identifica el valor con el concepto afín al tomista de Bien, que, como se sabe, es uno de los trascendentales del ser. justamente la posible entrada de la A. en el ámbito de la Ontología tendrá lugar únicamente en el ámbito de la bondad trascendental, como unánimemente lo ha reconocido el neotomismo. Pero es preciso aclarar este punto. Acerca de la distinción que la A. hace entre el bien (v.) y el valor, convendrá tener presentes algunos puntos:

1) El bien es el ente concreto dotado de bondad. En este caso, el bien es lo valioso, o lo que es soporte de valor; el valor es la bondad misma tomada abstracta o formalmente (la valiosidad), en virtud de la cual el ente se hace bueno.

2) El bien se dice también del bien óntico, no realizado todavía por la tendencia en acto segundo. El valor, en cambio, coincide con el bien realizado por la tendencia espiritual. Hablando más exactamente, el bien realizado presenta un doble aspecto, que se corresponde analógicamente con el concepto objetivo y subjetivo del entendimiento. El aspecto objetivo es el bien realizado como aquello que es realizado (contenido de valor) y en cuanto que es realizado; el aspecto subjetivo es la misma realización del bien, como el modo en que la tendencia realiza el bien (valoración). Así tenemos el valor tomado objetivamente, por cuanto es realizado, y el valor tomado subjetivamente, en virtud del cual es realizado. Los valores tomados subjetivamente son los actos de amor, reverencia, fidelidad, pureza, etc., por los cuales se manifiestan y realizan los valores "tomados objetivamente, dándoles una respuesta adecuada. Esta segunda consideración del bien y del valor toca más directamente los puntos esenciales de la a. Casi ningún axiólogo mira al bien óntico, fijándose en el valor y atendiendo especialmente al valor tomado subjetivamente, como en el caso de Scheler. El valor no coincide de un modo tan inmediato y manifiesto con el ente como el bien óntico; por eso, es comprensible su esfuerzo por separarlo de la esfera del ser. Pero si estudiamos el problema más profundamente, pronto evitaremos esa separación. El valor a la vez subjetiva y objetivamente tomado se fundamenta en el bien óntico: el valor tomado objetivamente es el mismo bien óntico realizado en acto; el valor tomado subjetivamente da la respuesta correspondiente al bien óntico, ya que está determinado por éste: el valor subjetivo es el bien óntico transportado y elevado al modo del sujeto apetente. Por tanto, no sólo el bien óntico se convierte o identifica relativamente con el ente, sino también el bien realizado, como lo manifestativo con lo manifestado.

3) Decimos que el ente tiene bondad en cuanto se connota la perfección que el ente tiene en sí, o sea, la plenitud de ser tenida por él; pero decimos que un ente tiene valor cuando connotamos su conveniencia a otro ente en determinadas circunstancias. Desde esta perspectiva, el valor se fundamenta en el bien, pero sólo puede ser definido atendiendo a las circunstancias determinadas; p. ej., un tesoro cuantioso es de suyo un bien mayor que un barril de agua; mas para el hombre que jadea sediento en un desierto tiene más valor ese barril de agua que el tesoro. Esta distinción muestra la peculiaridad del tema del valor a la vez que pone de manifiesto la necesidad de vincularlo al bien. La A. tal y como se desarrolla sobre todo en Scheler y Hartmann supone tina superación del subjetivismo axiológico y del psicologismo (v.), pero si no se abre a una fundamentación metafísica del valor corre el riesgo de caer en el idealismo (v.) o de colocar lo axiológico en un reino de ideas platónicas.

Quien admita la a. en un sentido noontológico se encuentra en la misma situación del que quiere buscar casa en una ciudad donde impera una gran necesidad de viviendas. Si alguien le propone la adquisición de una casa muy valiosa, con lujosos salones y jardines, a un precio ridículo, nuestro hombre saltará de gozo. Pero caerá descorazonado tan pronto como le aclaremos que, aun siendo la casa de un valor incomparable, le falta un leve detalle: que no tiene ser. Lo mismo puede decirse de los valores alimenticios, estéticos o sociales.

Aquí no se trata de una cosa concreta, llámese comida o casa, sino del valor de esos bienes, de la bonitas de estos bona. Al valor de estos bienes pertenece necesariamente su seractual o su serposible como fundamento ontológico. El valor está vinculado indisolublemente al ser. Esto tiene su vigencia no sólo para valores de cosas, sino, y especialmente, para valores morales. El deber es siempre un deberser, del mismo modo que el serposible es ser por su relación al seractual.

3. Las características semánticas de evaluación

3.1. El factor subjetivo y objetivo de evaluación

La característica más importante de evaluación es presensia de factor subjetivo que actúa reciprocamente con el objetivo. Una expresión evaluativa, aun si no se ve claramente el sujeto, sobreentiede la relación evaluativa entre sujeto y objeto. Cualquier juicio presupone el sujeto del juicio es decir una persona (individuo, sociedad) que produce la evaluación y un fenómeno o una cosa a la cual se refiere la evaluación. Al fin y al cabo la medida del valor de todo lo existente es un hombre en conjunto de todas las manifestaciones de su vitalidad. Este hombre dependiendo de las circunstancias puede ser representado por un individuo concreto, por un grupo social o por la sociedad humana en general.

La presensia del sujeto de valoración presupone unas peculiaridades de razonamiento evaluativo y en primer lugar la posibilidad de discusión sobre la evaluación cuando se chocan las opiniones distintas:

Ñòðàíèöû: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11